Esto de la conservación es trabajoso. Incluso peligroso, si tenemos en cuenta que hay personas que pierden la vida en el intento. Cuando menos, muchos conservacionistas pierden neuronas, y horas de sueño; esencialmente porque la conservación de la naturaleza implica asumir compromisos, y advertir que no todo es posible.
Seguramente las muchas dificultades que afloran cuando uno propone conservación de la naturaleza, sin filtros ni condiciones, contribuyen a que individuos y colectivos opten por una versión parcial de la conservación.
¿En qué consiste eso de conservación sectorial, parcial?
Sería algo así como plantear que «tu especie es un problema para la conservación de la mía, así que la declaro problemática». La defensa de una única especie, o un único sector, bajo el palio de la conservación, puede incluso llevar a pactar con aquellos a los que no les interesa la conservación. No les interesa tu especie, desde luego, pero quizás tienes la sectorial suerte de que – momentáneamente – la toleran, mientras le zurran a la mía.
Pueden darse distintas situaciones que propicien que mi especie resulte molesta mientras la tuya sirve para recaudar fondos y voluntades, o simplemente pasa desapercibida. Por ejemplo podría ocurrir que la especie de unos se coma a la especie de otros, como ilustra cierto conflicto entre lobos y los amenazados caribús forestales del límite entre taiga y tundra norteamericanos. O puede ser que a los machos borrachos que quieren llevarse a mi especie por delante les moleste, de paso, la tuya. En cualquiera de esos ejemplos, aparece la tentación de ser conservacionista parcial, sectorial, pidiendo la conservación sólo de la tuya, y declarando la mía molesta.
Si al lector de estas letras no le suena el fenómeno, podemos recordar a modo de ejemplo como la conservación de los lobos en España ha sido mencionada repetidamente como un problema para una entidad dedicada a los quebrantahuesos (sí, paradojas, un carnívoro mencionado como problema para una necrófaga); han sido también repetida y recientemente mencionados como molestos por otra entidad dedicada a los osos. No le costará al lector recordar o encontrar otros muchos ejemplos de conservación sectorial.
Desde la PDCC no pensamos caer en la trampa, ni dejarla pasar. Ni en la versión de la destrucción de hábitat previa, necesaria para que la predación de los lobos se pinte como un problema para los caribús, ni en la versión de extorsión cantábrica a cargo de grupos de presión anti-naturaleza. Lobos y caribús, lobos y osos, comparten pasado evolutivo, y presente ecológico. Y lo comparten con los salmones, y con los líquenes, y con el resto de componentes de las comunidades ecológicas que queremos conservar, frente a las amenazas de la destrucción de hábitats, sobre-explotación, polución, e introdución de especies alóctonas.
La conservación no es fraccionable, como no lo son las comunidades ecológicas. Es una apuesta difícil, y requiere ciencia, paciencia y firmeza.